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lunes, 13 de agosto de 2012

Reflexiones sobre las catedrales

Por Pacelli Torres
Corresponsal del Chicamocha News en Europa

 
Catedral y Plaza Institucional  de Málaga, en si primer centenario.

Con motivo del reciente centenario de la catedral de Málaga; mis antiguos estudiantes, fieles lectores del Chicamocha News, me han solicitado que escriba algo al respecto.
"Una catedral es una oración cristalizada", me dijo alguna vez mi padre. Esta es sin duda la mejor descripción que he oído y la cual comparto enteramente.

Los templos, en general, nacen de la necesidad del ser humano de remontarse a otras realidades, con el ánimo de acercarse al Creador. Sin embargo, a lo largo de la historia, las catedrales han tenido otros propósitos. Uno especialmente interesante es que fueron los primeros observatorios astronómicos dedicados a descifrar el curso del sol por la bóveda celeste, con el ánimo de determinar con precisión la fecha en que debería celebrarse la Semana Santa. Otra razón para su existencia es la de albergar reliquias religiosas, especialmente los restos de algún santo, y obviamente, la de congregar una comunidad, lo cual contribuye al buen entendimiento entre vecinos.


Catedral de Notre Dame en Paris.

Las catedrales en Europa eran el punto más prominente de una ciudad, su construcción duraba dos o tres siglos y las más importantes tienen una historia de casi mil años. Sus diseños han estado de acuerdo con la arquitectura de la época y varían desde el barroco, con sus elaborados arabescos, hasta las imponentes góticas, en las que el aspecto más importante ya no era protegerse del medio ambiente, sino dejar entrar la máxima cantidad de luz. Para ello se sustituyeron los pesados muros por contrafuertes exteriores que mantenían el peso de la bóveda con un empleo mínimo de material.

El diseño del templo del Asilo de Málaga y la iglesia de San José de Miranda tienen un estilo semi gótico.

Entre las catedrales de Europa que he podido visitar están la de San Marcos, en Venecia (Italia), la de Colonia (en Alemania), la de Notre Dame (en Paris), la de San Vito (en Praga) y la de San Esteban (en Viena), aparte de otras menos famosas, pero igualmente impresionantes.

Cuando uno se detiene ante una enorme catedral no puede menos que sentirse pequeño y casi insignificante ante tal majestuosidad. Sin embargo, si recordamos que las catedrales están allí por y para nosotros, el sentimiento se revierte.
En su piso santo celebramos los pasos más importantes de la vida, el bautizo, el matrimonio y finalmente la partida de este mundo. Eso es tan cierto para las grandes catedrales de Europa como lo es también para nuestra querida y ahora centenaria Catedral de la Inmaculada Concepción de Málaga, diseñada y construida por mi bisabuelo, don Deogracias Torres Niño, quien aprendiera su oficio precisamente junto a arquitectos europeos.

Hoy en día ya no se construyen catedrales así. Una de las razones, aparte de la limitación de recursos, es que el centro de la vida de la humanidad moderna ya no está en la iglesia. Su papel protagónico ha sido llenado por los centros comerciales y en Europa por las estaciones de tren y los aeropuertos. Bajo sus enormes bóvedas de acero y plástico el misticismo y el recogimiento espiritual han sido sustituidos por la funcionalidad y el afán de adquisición.


Proyecto de Estación del Tren en Viena.

Parado frente a una de las tiendas de productos de marca de cualquier aeropuerto del mundo son muchas las preguntas que surgen pero esta vez es imposible revertir el sentimiento. ¿Será que se trata de un nuevo afán de elevarnos pero esta vez hacia el dios Dinero?

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