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miércoles, 16 de enero de 2013

¿Amenazas invisibles?

Por Pacelli Torres

Corresponsal del Chicamocha News en Europa


Cuando la científica Marie Curie (1867-1934) investigaba la radiación, dejaba las muestras sobre su mesita de noche al irse a dormir. Fue mucho más tarde que se supo que la radiación era dañina, y de hecho Marie Curie murió de Leucemia.
Hoy en día, quienes trabajan con radiación deben ponerse chalecos de plomo y se trata de que la población en general reciba la menor dosis posible. La radioactividad es invisible, pero sabemos que existe y en cantidad exagerada puede ser letal.

Si recordamos la historia, encontramos casos similares. En los últimos años del Imperio Romano se puso de moda tomar vino en copas de plomo. El plomo es bastante maleable y por tanto resultaba fácil darle a los recipientes formas caprichosas. Hoy sabemos que el plomo ataca el sistema nervioso e induce a la locura. La decadencia del Imperio Romano se le atribuye a tal costumbre.

Las primeras voces de alerta, por una amenaza comparable, empiezan a oírse en Europa, particularmente en el Reino Unido, pero nadie parece prestarles atención. Aseguran los expertos, que la población de abejas está disminuyendo drásticamente a nivel mundial, debido a las ondas de transmisión de los teléfonos celulares que enturbian severamente el espectro electromagnético, al cual ellas son sensibles.

Sin abejas no hay polinización y sin polinización no hay plantas.

Pero eso no es todo, el ser humano tiene también su propia frecuencia electromagnética que ha sido estimada en 7.83 Hertzios, y la alteración de dicha frecuencia puede causar problemas graves de salud. Los gobiernos deberían, por lo tanto, establecer normas sobre el uso y el abuso de las ondas de transmisión, y la población debería educarse tal y como se hizo con la radiación o el plomo.

Pero, otros estudios contradicen esta visión fatalista y aseguran que las ondas de los celulares son inocuas para el ser humano. "Estos estudios seguramente son pagados por las compañías telefónicas, a quienes les interesa asegurar ganancias a cualquier precio", aseguran algunas voces.

Y así, una vez más, la población general se encuentra en una posición en la que no sabe a quién creerle. ¿Vivirá la humanidad largos siglos regocijándose en sus adelantos tecnológicos o la veremos sucumbir ante una amenaza latente a la que nadie quiso prestarle atención?

Por lo pronto, lo mejor que podemos hacer es acatar el consejo de los abuelos y recordarnos los unos a los otros que todo exceso es perjudicial.